sábado, 28 de junio de 2008

PASEAR MADRID: SAN ANTONIO DE LOS ALEMANES

ISABEL PIQUERAS

En el centro de Madrid, punto de confluencia de los más variados personajes, nos encontramos también unas casas abigarradas de poca altura, con pequeños balcones de hierro. Los geranios rojos de las ventanas y el intenso azul del cielo dan una nota de color. Pero la gran riqueza colorista está aún por ver, escondida dentro de los gruesos muros de la iglesia de San Antonio de los Alemanes.

Conviene hacer un poco de historia y recordar que la fundación del templo se la debemos al rey Felipe III, quien creó en 1607 un hospital para enfermos portugueses con una capilla anexa para uso de la Hermandad de San Antonio. Portugal pertenecía entonces a la corona española. El cambio de nombre a como lo conocemos actualmente lo decidió la segunda esposa de Felipe IV, Mariana de Austria. Los beneficiarios de ese hospital van a ser ahora “los enfermos y peregrinos alemanes, y con el objeto también de convertir a los que llegasen a esta corte infectos de la herejía”
[1]. Portugal se perdió definitivamente en 1640.

En 1702, el rey Felipe V, otorgó la administración de esta iglesia de fundación real a la Santa Hermandad del Refugio, que es quien la sostiene en la actualidad. La Hermandad es una institución dedicada a recoger a personas pobres, sin techo, con el fin de proporcionarles alimento y cobijo durante la noche. Además, atiende a casi cuatrocientos niños en el colegio anexo.

Descripción arquitectónica

Las obras de construcción de la iglesia comienzan en 1624, siguiendo los planos del arquitecto jesuita Pedro Sánchez, que por entonces trabajaba también en el Colegio Imperial de los Jesuitas de la calle Toledo. Sánchez nos deja constancia en sus obras del profundo conocimiento que tenía de toda la tradición barroca italiana, tanto de espacios centrales sobre una elipse, como de los modelos basilicales renacentistas anteriores. El templo se concluyó en 1631, dos años antes de la muerte del arquitecto jesuita.

San Antonio de los Alemanes es un ejemplo único que sintetiza todos los elementos del barroco del siglo de oro. Nos asombra la disposición del espacio interior, que no se corresponde con el exterior. Dentro encontramos, formando un solo cuerpo, esa plena unidad de la pintura con la arquitectura. La iglesia consta de una sola nave, de planta elíptica, sobre la que descansa una bóveda que nos envuelve totalmente desde el suelo. Lo primero que uno percibe al entrar en la iglesia es la ausencia de elementos arquitectónicos tradicionales: no hay columnas, ni pilastras y la cúpula carece de tambor o linterna. Se busca la unidad espacial y se prescinde de los elementos que puedan crear un espacio compartimentado. La mirada del visitante puede centrarse así en los frescos que le rodean e, inequívocamente, terminar en lo alto, contemplando la exaltación de San Antonio y la Gloria de la cúpula.


En la construcción de la fachada intervino otro gran arquitecto, Juan Gómez de Mora, quien era desde 1611 maestro y tasador de las obras reales. Este famoso arquitecto imprime su característica huella del primer barroco madrileño también a esta iglesia: así se constata en el sobrio exterior de ladrillo visto, sobre zócalos de granito, que se remata con una torre de chapitel empizarrado.

Al recorrer el exterior del edificio nos encontramos con decoraciones demasiado anacrónicas. Ello se debe a la restauración realizada en 1886 por el arquitecto Ruíz de Salces quien, siguiendo la moda neogótica de entonces, realizó cambios en la fachada para adaptarla al nuevo edificio que la Hermandad del refugio había construido alrededor. Son de esa época las molduras neogóticas de granito de las ventanas, la galería de arquerías ciegas de la parte superior, la elevación del campanario que da a la calle Corredera y un revoque de los muros( que se eliminó en una restauración posterior de la fachada ).

El lenguaje barroco juega con el espectador. Nada es lo que parece, como la “Vida es Sueño” de nuestro Calderón de la Barca. Pedro Sánchez levantó sobre la planta un grueso muro, cuyo interior era elíptico y el exterior rectangular. Sobre él se apoya la ligera bóveda construida con cerchas de madera, igual que el chapitel. Este sistema permite una construcción rápida y abarata los costes. El perfil exterior es el de una torre poligonal completamente plana y, sin embargo, por dentro el espacio es totalmente curvo. Los lunetos de la cúpula por fuera son sencillas ventanas. La imagen que recibe uno es de un edificio macizo y sobrio, pero al entrar se convierte en algo sumamente ligero, elegante y recargado de pinturas.

La pintura mural : el muro oval

En los frescos que decoran en su totalidad la iglesia de San Antonio de los Alemanes intervinieron varios autores: primeramente trabajaron los pinceles de Francisco Rizzi y Juan Carreño, aunque luego fuera restaurada por Lucas Jordán. En toda esta parte baja se aprecia el estilo de este último y su manera rápida de trabajar, no en balde le llamaban “fa presto”, ya que fue el autor de grandes frescos en España, reconociéndosele más de cinco mil cuadros al óleo.

En la representación siguen todo un programa iconográfico. Aparecen reyes de España, Francia, Hungría, Alemania y Bohemia. Todos ellos se muestran en postura sedente, tocados de ropas majestuosas( coronas, mantos de pieles, armaduras, sedas, joyas, espadas...)y rodeados de un halo de santidad. Ninguno mira al frente, sino a los lados. Poniéndose en comunicación entre ellos y contemplando las escenas de arriba como si estuvieran en un escenario teatral. Este hecho genera una enorme sensación de movimiento. Todos ellos están flanqueados por jarrones con flores y la leyenda inferior nos proporciona su identidad. La reciente restauración ha conseguido limpiar los frescos y eliminar los daños producidos en los morteros y capa pictórica por las sucesivas filtraciones y humedades.¡ Da gusto poder apreciar ahora dibujos y colores que antes era imposible!

En la selección de los reyes hay un elemento común. Todos ellos son reyes o reinas medievales, que se distinguen por su santidad y su lucha contra los enemigos de la fe católica (ya sean musulmanes o herejes). Las diferentes nacionalidades representadas tienen mucho que ver con los países que intervinieron en la famosa guerra de los Treinta Años( 1618-1648) durante el reinado de Felipe IV, reavivando las luchas político-religiosas .

En el lado de la izquierda, siguiendo la puerta de entrada hacia el altar, nos encontramos el siguiente orden:

- San Esteban, padre de San Emerico, y rey de Hungría( s. X). Fue el que convirtió Hungría al catolicismo y la unió a la cultura occidental. Aparece con el bastón de mando y los tres clavos. En San Esteban llama la atención el detalle de la fuerza que emana de sus ojos, ya que la técnica del fresco no permite tanta precisión.
- San Luís, rey de Francia( 1214-1270). Dirigió cruzadas contra los musulmanes del N de Africa y mandó construir la Saint Chapelle de Paris. Sus símbolos son la espada y un edificio circular bajo su brazo izquierdo.
- San Enrique II, Emperador de Alemania( 973-1024). Luchó contra los eslavos y apoyó al Papa. Además, con sus bienes dotó numerosas catedrales. Se le representa con un bastón de mando y la bola del mundo con el águila imperial encima.
- Santa Cunegunda. Esposa del anterior, con el cual contrajo un matrimonio “blanco”
[2]. Es un bella representación con el peinado recogido al modo germánico. Con sus manos sostiene un pan y una jarra, que indican su entrega a los pobres o su amor a la Eucaristía. A su izquierda, una joven levanta un corazón encendido y pisa unas maderas( alude a la prueba que pasó la reina pisando unas brasas ardientes).
- San Hemerico, príncipe de Hungría. Inicia las pinturas del lado derecho de la puerta de entrada. Es hijo de San Esteban y le aluden una matrona con una cara infantil bajo uno de sus pies, mientras que con el otro aplasta a una serpiente.
- San Hermenegildo, ejecutado por su padre, el rey visigodo Leovigildo en el año 586, por su defensa de la religión católica frente al arrianismo. En las alegorías de arriba una mujer lleva un cáliz como símbolo de la entrega de la vida por la verdad y, la de la izquierda, aparece ayudando a un niño en brazos.
- San Fernando( 1148-1252). Santo muy preocupado por extender la reconquista por Andalucía. Una de las alegorías está alada y con un libro bajo sus pies( representando su labor como gobernante, legislador y patrocinador del Estudio General). La otra aparece aplastando serpientes .
- Santa Idicia( 961-984). También conocida como Edita de Inglaterra
[3], en su mano porta una plancha metálica manchada de sangre.

Como estamos viendo, además de la belleza técnica, es fundamental conocer la iconografía y el sentido de todas las pinturas de la iglesia. La advocación a San Antonio también tiene sus motivos. Este santo se formó en Portugal, aquí se ordenó como agustino y, en Lisboa pasó su infancia y juventud. Destaca por el ímpetu de convertir a herejes e incrédulos en sus predicaciones. Además, tenía fama de ser un santo muy milagroso( curaba enfermedades muy contagiosas, como la peste, le obedecían las fuerzas de la naturaleza, resucitaba muertos, etc..). Sus milagros más famosos se narran en la siguiente franja del muro oval. Suelen ser composiciones complejas, en las que intervienen muchos personajes. Lucas Jordan intensifica la expresividad de los cuerpos por encima de cualquier otro detalle anecdótico .Las figuras, como en el resto de los frescos, son monumentales y de gran movimiento. Destaca el variado colorido, donde aunque dominen los tonos fríos, también encontramos notas de colores más cálidos( rojos, naranjas, amarillos). Generalmente son los ángeles los que desenrollan los tapices con estas historias y se las van presentando al público. Siguiendo el mismo orden que los reyes anteriores representan:
- El carretero que deniega su ayuda diciendo que lleva un familiar muerto dentro. Cuando ríe la broma se encuentra que, efectivamente, está sin vida y, arrepentido pide ayuda al santo.
- La mula que lleva sin comer tres días y se arrodilla ante la Eucaristía.
- El milagro del niño con el pié cortado al que se lo repone.
- El desprecio a sus palabras que hacían los habitantes de Rímini, provocó el que predicara a los peces, que sí le escuchaban atentamente fuera del agua.
- A quienes intentaron burlarse presentándole a uno que fingía haber perdido los ojos en un accidente, vieron en el paño efectivamente los ojos ensangrentados y las cuencas vacías. El santo lo curó y los convirtió.
- Curación de un niño tullido en Sicilia.
- Mientras predicaba en Lemonges- Francia – estalló una tormenta, pero San Antonio consigue que el lugar esté completamente seco.
- El milagro de un niño recién nacido que habla defendiendo la honradez de su madre.

Decoración de la cúpula

Es en este lugar donde más patente se hace la intervención de varios autores. Quizás el proyecto original fuera del boloñés Colonna, famoso fresquista italiano traído a España por Velázquez y especialista en pintar “Quadratturas”. Combinaban a la perfección formas arquitectónicas fingidas( ventanas, columnas, pilastras, frontones, entablamento barroco y diversas molduras ) con jarrones, guirnaldas y figuras humanas. Toda esta labor pictórica, en una especie de grisalla creando perspectivas imaginarias, se le atribuye a Rizzi. Dejando para las figuras de los santos dentro de las hornacinas. Hay que recordar que, tanto Rizzi, como Carreño, habían trabajado ya en el Alcázar con Mitelli y Colonna.

Rizzi pintó los pedestales para la galería de santos de arriba. Cada uno de ellos contiene dentro una grisalla que simula un relieve de una escena de su vida. Este hecho no se aprecia desde abajo. Antes, a los lados de las hornacinas, existían columnas lisas (que cambió Lucas Jordán por estas salomónicas, más acordes con la exuberancia decorativa y al movimiento que él imprimió a la obra ). Jordan prescindió también de algunas flores y guirnaldas y puso dos ángeles a cada lado del relieve inferior. Carreño, buen pintor al óleo y que tenía fama de retratista, pintó todas las figuras de santos medievales con el elemento común de ser portugueses o tener algo que ver con la nación portuguesa: San Gonzalo de Amaranto( encima de la puerta de entrada, a la izquierda), Santa Sabina y Santa Irene de Portugal- ambas mártires vírgenes -, San Dámaso, San fructuoso, Santa Julia, Beatriz de Silva y el beato Amadeo. Todos ellos simbolizan una iconografía que responde a ciertos temas primordiales en la religiosidad del siglo XVII, como el martirio y la virginidad- en santa Sabina, santa Irene y santa Julia -.También se destaca la devoción a la Virgen Inmaculada, en la fundación creada por Beatriz de Silva, y a la figura del Papa( San Dámaso). Los protestantes enfrentados a la corona española negaban estas realidades.

Arriba, la cúpula nos envuelve con las mismas luces, nubes y exaltación que a San Antonio. Representa la glorificación del santo, que aparece vestido con su hábito propio, arrodillado sobre una nube. Está en la gloria, con los brazos abiertos ante la Virgen, coronada como reina rodeada de ángeles. En la parte central hay un círculo del que emana una potente luz que lo desborda todo. La perfección del círculo simboliza a Dios Padre, el rayo de luz es el Hijo e, incluso, parece esbozarse la paloma blanca del Espíritu Santo. Toda esta escena sobresale de la balconada de piedra con adornos espirales que la enmarcan. Se puede palpar una atmósfera celestial y de majestuosidad teatral debido a la composición de la obra, los escorzos de las numerosas figuras, sus expresivas posturas y rostros, la luz o las tonalidades. Se consigue una misteriosa luminosidad, a pesar de la ausencia de ventanales o linterna, impresión que la reciente restauración acentúa.

Las otras joyas artísticas

Además de la gran originalidad de los frescos, San Antonio de los Alemanes presenta otras joyas desconocidas para el lector y que aprovechamos esta oportunidad para mencionarlas. Como los seis altares inferiores con sus respectivos óleos . Hay que agradecer al equipo de restauradores de Sánchez-Barriga que haya conseguido recuperar el brillo, las tonalidades originales y la enorme luminosidad de estas estructuras barrocas, que la oxidación de los barnices impedía ver. Parecen espejismos que ocultan la realidad, pero en esos altares los elementos de madera imitan concienzudamente al mármol: copian sus vetas y diversas tonalidades( marrones, naranjas, grises, azules, verdes o granates); incluso, a veces, parece un mármol muy pulido y otras hasta deja ver algo sus poros. Dan sensación de aparentar lo que no se es, de falsa riqueza. Solamente las bases de mármol grisáceo de las pilastras que los enmarcan son auténticas.

Eugenio Caxes pinta las majestuosas Santa Isabel de Hungría y Santa Engracia, donde se aprecia cierto naturalismo de la escuela madrileña. Lucas Jordán nos deleita con la monumental escena barroca de San Carlos Borromeo y la serena composición enfrente “de San Joaquín y Santa Ana con la Virgen”. También notamos el modo de hacer de Jordan, rápido y expresivo en el original “Calvario” del fondo, que continua el dominio de los tonos fríos que existe en el resto de las obras, pero en esta fina Piedad no escatima detalles expresivos: la Magdalena besando los pies de Cristo, los ojos llorosos de la Virgen, a quien le acompaña un destrozado San Juan, las mujeres del segundo plano, el soldado de la lanzada que se marcha, la posición del sol y la luna, etc. Es una pena que delante del cuadro haya una imagen de la Virgen Dolorosa demasiado grande para ese lugar y que lo oculta parcialmente. Pero en general, tienen encanto todas las pequeñas esculturas que se encuentran frente a los cuadros.

Con los maravillosos frescos que rodean al visitante, a uno le cuesta centrar la atención en el impresionante altar barroco donde aparece la escultura en madera policromada de San Antonio, realizado por Pereira, a modo casi de baldaquino. Aquí sí que se concentra toda la riqueza de mármoles y bronces, en los soportes de este retablo unitario, así como en el sagrario. Pero es madera lo que rodea a ambos. Remata el altar el escudo de Felipe V, flanqueado por un ángel y el águila.

No conviene olvidar los ventanales con rejas y celosías de los muros laterales, sobre los que descansan medallones de los diferentes reyes que intervienen en la construcción de la iglesia: Felipe III y Felipe IV, Carlos II y su esposa Mariana, Felipe V y su primera esposa MªLuisa de Saboya. Ni tampoco los confesionarios en madera verde y dorada del sXVII, que van a juego con la cajonera de la entrada en la sacristía.



[1] R.Cédula fechada el 26 de agosto de 1689, que recuerda de nuevo el primitivo deseo de la entonces reina madre Mariana de Austria.
[2] Acordaron mantener ambos la virginidad .
[3] Según el especialista en estos temas Elías Tormo, en su obra “Iglesias del antiguo Madrid”. Instituto de España. Madrid, 1979. Pág., 171.

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